lunes, 13 de mayo de 2013

EL DESEO NUNCA MUERE

             Reconozco ahora que ese cierto aquello que me decía un compañero de trabajo tan solo unos días antes de mi boda...
            -"Ahora te veo muy animado pero, espera unos años y sabrás lo que es tener que follar sin ganas”
            Hombre, visto así parece un poco drástico, pero, ¡Cuánta razón tenía el puñetero!


            Normalmente los hombres, tarde o temprano solemos cansarnos sexualmente de nuestras parejas, sobre todo con aquellas que no son muy sensuales y que se dejan acomodar por los años. Me imagino que con muchos chicos pasará lo mismo y descuidarán a sus mujeres no atendiéndolas lo suficiente…Pero eso es otra historia, que seguro que se contará mejor, desde el punto de vista femenino.

            No cabe duda que habrá parejas que el amor se mantenga a lo largo del tiempo y haya amores eternos, cuya convivencia sea realmente perfecta, pero yo creo que en mayor parte esa unión la mantiene el cariño, la comodidad y a veces el miedo a la soledad. Se siguen haciendo el amor, pero solo por que el que el sexo es algo orgánico, necesario…
           
            Empezamos a descubrir mutuamente nuestros grandes defectos y esto unido al descuido personal, nos hacemos más madres y padres que aquellos amantes desenfrenados que siempre con ganas, igual lo hacíamos en un sofá como encima de la tapa del retrete… Y es que además, el trabajo y los hijos no te dejaba tiempo a nada más y tarde o temprano llega la primera crisis, y empiezas a descubrir que “con el tiempo, ese hermoso lunar se ha transformado en una horrible verruga”.


            Lo que en realidad ocurre es que al final “el amor igual que llega, se va” y con él, el deseo. Ese deseo que lo puede todo, que oculta todo lo malo y te deja ver solo lo bueno.

            Y así llegan las discusiones, los desaires, la separación…el divorcio.

            La depresión de verte sólo, tener que empezar de cero, pensando siempre en los hijos, con menos medios, pero al final… ¡La superación llega! y comienzas otra vez a sentirte fuerte y por fin te empiezas a cuidar, te apuntas a un gimnasio, vuelves a ser el hombre que siempre fuiste, a retomar las riendas de tu vida y le pierdes el miedo al miedo…
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            Te das cuenta que en  realidad, lo que necesitabas era “libertad” libertad de hacer lo que te gusta sin reproches, libertad de elegir, para desmadrarte, libertad de follar con quien realmente desees, sin “ahora no”, “¿no puedes esperar?”, “me duele la cabeza”…

            Por que el deseo es pura química, es una droga que habita continuamente en nosotros y nos empuja a la búsqueda continua del placer.


            A fin de cuentas, el deseo de hacer el amor, la necesidad de tener sexo, aflora y es permanente en nuestras vidas… Y siempre estás en la mejor edad sexual. Por que cada edad tiene su forma de amar, de compartir placer...   
           Lo que ocurre, es que pierdes un poco la confianza en ti mismo, a la hora de buscar nuevas relaciones.
           
            Pero un hombre es un hombre hasta que se muere y aunque, poco a poco baje el nivel de testosterona con la edad,  siempre buscas… Buscas a los cuarenta, a los cincuenta, a los sesenta y hasta que llega el momento que prefieres una partida de dominó, pero nunca por falta de ganas y además, es que para algunos, ese momento nunca llega…


            Me viene a la memoria un chiste, que hablaba de un psicólogo que agrupó a un montón de parejas de distintas edades para así hacer un estudio sobre las relaciones sexuales, su intensidad y cantidad… cuando les hizo a todos la misma pregunta:

            -A ver, que levanten la mano los que hacen el amor todos los días.

Inmediatamente levantaron la mano varias parejitas de veinte años…

            -Ahora, que levanten la mano los que lo hacen dos o tres veces por semana.

Varias parejas treinta añeras  se apresuraron a levantar la mano…

Y así poco a poco hasta hacer la última pregunta…

            -Por último, que levanten la mano los que lo hacen al menos una vez al año.

Había un viejecito de unos ochenta años que muy agitado, sonriente y levantando las dos manos deciá…

            -yooooo, yooooooo, yoooooooooo

El Psicólogo asombrado le preguntó:

-Bueno, y si lo hace sólo una vez al año, ¿por qué está tan contento?

A lo cual el viejecito contestó:

            ¡POR QUE ME TOCA HOY!.

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