jueves, 25 de abril de 2013

SOÑANDO CON MI VECINA

      Son las cálidas noches de verano, esas interminables noches en que a veces no podemos dormir, cuando más nos imaginamos esos momentos eróticos, esos deseos de sexo desenfrenado y reconfortante placer que casi nunca conseguimos con nuestras parejas…

            Sí, ya sé que acabo de clavar en hueso y hay quién pensará…

.- ¡Oye rico, eso te pasará a ti con la tuya, que yo soy muy feliz eh!

            Y una mierda.


            No veáis como me ponía mi vecina…

            Pasó al final de los ochenta, el apartamento donde vivía en Madrid daba a un patio enorme, Normalmente todas las habitaciones que dan a los patios son dormitorios, cocinas o baños y es aquí donde empieza mi historia…

……………


            Esa noche de Julio había tenido sexo con mi pareja y nos quedamos dormidos.

            La chica roncaba, pero roooncaaaabaaa eh!. Aquello no eran ronquidos, era el mismísimo lobo feroz en una noche de resaca y plenilunio. Era insoportable.

             Me levanté, cogí algo fresco en la nevera y me asomé a la ventana del patio.

            Yo estaba desnudo y, apoyándome con mi cintura en el alféizar de la ventana y el tórax hacia fuera, sentí la suave brisa que me calmó y me secó el sudor.

            Fue entonces cuando empecé a escuchar unos gritos, la verdad es que al principio me sobresaltaron, eran gritos de dolor, de una mujer que gritaba enloquecida como si alguien le hiciese mucho daño.

            No tardé en darme cuenta de que en realidad era alguien que se había dejado la ventana abierta y estaba haciendo el amor.

            ¡Dios! Pero una de dos, o le estaban echando el polvo del siglo o esa era la mujer de mi vida…

            Sus gemidos crecían y crecían y sentía sus jadeos como si la tuviese debajo, y he de reconocer que el que estaba encima era bueno porque ella, o bien fingía, o sus orgasmos eran realmente bestiales.

            Anda, ¿y si sólo se estaba masturbando?jeje…

            Mi curiosidad crecía a la par que el morbo de mi excitación…

            Coño. ¡Que envida! Con lo que me gustan las mujeres escandalosas…

            De todas mis amantes de aquellos jóvenes años, pocas gritaban, aunque si recuerdo a una que tenía tantos orgasmos que me hacía parar continuamente dándome manotazos en el pecho. Pero, ésta era distinta, se notaba a la legua…

            ¡A ésta le gustaba de verdad!...


…………………….



            Mi curiosidad fue creciendo y decidí no moverme de allí.

            Con la luz apagada cual “ventana indiscreta”, mis altas dotes de espía empezaron a funcionar.

            Los gritos cesaron y sonaron unas risas… entonces fue cuando pensé

            ¿habrá tenido un gatillazo? Jejeje

            Si era como yo me imaginaba, le ocurriría como a mí, no habría quedado satisfecha, él se quedaría roncando y saldría a refrescarse a la ventana…

            Dicho y hecho. La luz con que la luna iluminaba el patio dejó ver su silueta.
           
            Mientras encendía un pitillo con un zippo, pude ver su perfecta figura levemente iluminada por la rojiza llama, a la par que el  “clic” ”clac” del mechero resonaba en todo el patio.

            El humo entraba lentamente en su boca mientras que la brasa que consumía el pitillo dejaba entrever con tonos rojizos, las curvas de su tez morena.

             Saboreaba el cigarro con ansia, con auténtico placer y sus labios gruesos parecían escaparse de su boca mientras exhalaba el humo con insultante sensualidad.

            Entonces, no se cómo, pero me vio…



………………………..


            Se echó a reír y, separando el pelo de su pecho, se irguió hacia atrás arqueando su espalda y mostrándome todo su esplendor.

            Su melena morena tapaba uno de sus pechos, el otro, su tetaza izquierda, grande y puntiaguda  asomaba desafiante como un rifle de un cazador furtivo, con un pezón tan hermoso y proporcionado… no perdí detalle.   

            Sus manos eran afiladas, sus uñas largas y sus ojos marrones, cubiertos por dos preciosos arco iris de cuidadísimas cejas en una frente perfecta. Sus dientes blancos y deslumbrantes dejaban asomar una desafiante y sensual lengua…

            ¡Era perfecta!  

            Entonces, me hizo un gesto con la mano, como diciéndome…”ahora tú”.

            No me corté un pelo, poniéndome derecho dejé ver enteramente mi torso desnudo y ella asintió con un gesto agradable, me echó un beso con la mano y cerrando lentamente la persiana sencillamente, desapareció.

            No hay duda, esa chica y yo lo vamos a hacer tarde o temprano, estábamos hechos el uno para el otro…


…………………..


            Aquella noche no pegué ojo, no dejaba de pensar en ella y mi mente se escapaba hacia su ventana, se adentraba en su alcoba y ya en su cama, me acerqué lentamente a su cuerpo, mi rodilla empezó a rozar su piel y notaba su calor, un calor que me excitaba hasta la locura.


            Sus gemidos empezaban a resurgir con mis caricias y lentamente agarrando sus muñecas me coloqué suavemente sobre ella buscando su boca.

            Sin querer desperté a mi pareja, muy excitado, la besé, la acaricié y cuando intenté penetrarla me dijo cabreada:

             ¿Otra veeez? Pero ¿No puedes esperar a mañana?.

            Esa noche perdí a dos mujeres para siempre.

            A una la olvidé pronto pero, a mi vecina, que curiosamente no la volví a escuchar jamás, no la olvidaré nunca, es más, cualquier día hacemos el amor…

            Aunque sólo sea en sueños...



sábado, 20 de abril de 2013

LÁGRIMAS DE SEDA

       
            Nunca podré olvidar el día en que nací…

            El almacén en cuya matriz se hallaban las delicadas telas donde permanecia caliente y húmedo.

            El haz de luz que me dejó ver, a través de la uterina puerta, estrecha y fría, como un hombre de bata blanca me llevaba hacia una iluminada sala.

            La larga mesa blanca sobre la que esperaba impaciente conocer al extraordinario ser que me dió la vida.

            La suave tiza azul con la que mi madre trazaba estrechas líneas por donde las tijeras tendrían que delimitar mi tamaño, mi constitución mi estatura.

            Aquellas hermosas manos cortaban cuidadosamente la fina tela de seda y sus dedos, suaves y limpios, de cuidadas uñas e inmaculadas yemas, asían dulcemente una fina aguja cuyas costuras definirían mi personalidad.


            El esmerado bordado que surcaba mi piel, sería sin duda, lo que marcaría la diferencia… evidentemente no sería nada vulgar, tendría distinción, sería importante.

             Y cual madre protectora y dulce, me sostuvo entre sus brazos y, cariñosamente, casi levitándome, me dobló una y otra vez y aportándome su calor, me dio forma.

            Acurrucándome en mi cuna, me quedé dormido, sin poder llorar, sin el miedo a la soledad, sin extrañar sus cuidados, pues todos los que así nacemos, somos concientes de nuestro futuro…        
                                           
                                                                  ………………………..

            Era un lunes, un lunes cualquiera, cuando desperté, y, así, sin más, me hallé metido en un bolsillo....

            No era un bolsillo cualquiera, era un lujoso bolsillo.

            Desde allí, erguido y haciéndome ver,  pude contemplar a personas distinguidas, gente importante...


            La buena vida inundó mi existencia. Comidas copiosas en restaurantes de lujo, interminables fiestas, esplendorosos bailes de etiqueta... jamás me mojaba, nunca me manchaba, siempre altivo, planchado, impoluto.

            Descubrí entonces lo perfecta que era la vida del hombre, y encontré en ella el bienestar, la protección y la supremacía de mi clase…

……………………………


            Un atardecer de un romántico día de primavera, la esbelta figura de una hermosa joven, agradablemente perfumada y vestida como una princesa, escuchaba atentamente las palabras de mi portor.

            Desde donde me hallaba pude sentir los latidos de su corazón, que aumentaban en ritmo, en intensidad y su excitación se hacía visible a la par que sus lágrimas comenzaron a brotar de sus preciosos ojos azules.


            Aquella presumida joven, siempre llorando por caprichos y amoríos, tenía que ser la que, por su estupidez de niña aburguesada y consentida, cambiara mi destino...

            Entregándome con suma delicadeza, el joven me ofreció como consuelo y ella, agradecida, secó en mí sus lágrimas...

             Una vez sóla, ofendida por su rechazo, se alejó apresuradamente y, después de impregnarme de su caro perfume, me arrugó con desprecio y  me arrojó al suelo.

            Entendí entonces el fino hilo que separa las costuras del amor y el desamor y descubrí la soledad…

………………

            El viento me rescató del barro, me elevó y transportó a una altura desde dónde pude distinguir con perspectiva, un mundo más grande y distinto de lo que imaginaba.

            Ahora todo se veía diminuto y mi soledad se transformó en admiración.

            Comprendí entonces la grandeza de la creación y lo vulnerable que se ve el hombre desde el cielo.
            Manchado, despreciado e impregnado de falsos olores, fui a caer en una estrecha calle de un mugriento barrio, en una gran urbe...

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            Un hombre de aspecto sucio y miserable, acercándose a mí, se agachó y me recogió del suelo. De su rostro arrancado de las garras de la pobreza asomaron unos tímidos ojos legañosos y tristes.

            Su desgarradora mirada me hacía presagiar que la dulzura de la vida cómoda, era tan falsa como falsa era la humanidad en sí misma.

            Me pasó por su nariz y, manchándome de su miseria, me dí cuenta de que fue más el asco de mi perfume hacia su persona, que la repugnancia de sus segregaciones nasales sobre mi fina piel de seda.

            Ambos sentimos la misma sensación: distintos olores, distintos mundos, distintas realidades… pero yo no tenía bolsillo y él siempre quiso tener un pañuelo…

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            Allí, en aquel bolsillo miserable, lleno de migajas putrefactas y restos de heces mal orientas, trascurrió el tiempo.

            Un tiempo en el que descubrí gentes que pasaban hambre, enfermas y sin consuelo, ajenas a un mundo que yo conocía como perfecto y separada de aquél por el muro infranqueable de la indiferencia.

            Entonces pasó algo…
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            Una fría mañana de invierno estos seres desolados, enfermos y tristes se cansaron de su miseria y, como hormigas en formación, dejaron de ser simples obreras para convertirse en hormigas soldado, estallando entonces la más cruel y despiadada de las aberraciones humanas.


            Mi fina tela ya rota y descosida se estremecía con atronadores ruidos de muerte y, cual tímpano herido, quise ensordecer ante tanta barbarie.

            Y por primera vez me manché de sangre. Era roja y espesa, teñia ríos y mares, paredes y calzadas, caminos y prados, los niños sufrían y las madres lloraban y lloraban... 

            Y así, día a día, mes a mes, año tras año trascurrió la guerra...

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            De repente, todo se paró, todo quedó inmóvil a mí alrededor y no sabía muy bien que había pasado.

            Aquella tarde, alguien balanceó mi bolsillo como quien porta el ataúd de un difunto.

            Entonces, me dí cuenta de aquel mendigo, un ser ya sin alma, se había convertido en apenas sesenta quilos de materia humana en perfecto estado de aniquilación…

……………………

       ¿Qué es el hombre entonces? - Me pregunté, mientras una mano de mujer buscaba entre los harapos en los que ya formaba parte mi envejecida tela.

            Esa mano que había curado mil heridas de guerra, esa mano cuyo tacto jamás podría olvidar,  me acercó a unos ojos que abiertos como platos y,  mirando el  imborrable tatuaje de mi piel,  gastado y desvanecido en el tiempo, observó asombrada, las iniciales bordadas en oro:  “M.L.T”.

           Inmediatamente comenzó a llorar...

            De sus ojos volvieron a brotar las lágrimas, pero esta vez eran otras muy distintas, eran sentidas, eran de dolor, de un sentimiento profundo, eran unas lágrimas sinceras.


            Pero ¿cómo es posible? -se preguntaba aturdida, asustada, incrédula.¿cómo había podido yo llegar  al bolsillo de un mendigo?

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            Desesperada por la angustia, aquella enfermera que había sido antaño niña mimada y caprichosa. Nuestra llorona casadera aburguesada, se dio cuenta de que aquello que había dejado caer antaño con desprecio, era el único lazo, el único recuerdo que, de por vida, le quedaría de su único amor y que ahora yacía en una distinguida camilla para oficiales de algún hospital de guerra.
           
            Intentando que recuperara todo mi esplendor, me zurció y recompuso mi maltrecho cuerpo y enmarcándome en un lujoso marco de cristal, decidió conservarme hasta el fin de sus días, como una reliquia…  

…………………


            Allí parado, relajado absolutamente inerte, las dudas me atormentaban.

            ¿Qué tiene pues que pasar para que los hombres aprendan a compartir, aprendan a amar, comprendan el dolor ajeno y se dejen de odiar en un continuo devenir de avaricia y desprecio?      

            ¿Por qué unas delicadas manos como las que fueron capaces de darme la vida, se vuelven frías y distantes?  ¿Por qué tanto bordado si he de limpiar tus miserias?  ¿Por qué tanto perfume caro mientras muchos niños to tienen que comer?  ¿Por qué el hombre ignora al hombre?
           


            Me he tenido que empapar de finos perfumes y falsas lágrimas pero también de lágrimas de dolor, de nauseabundos olores y de sangre, sangre que a fin de cuentas es la misma para todo humano.

             Y hora, por fin, lo veo todo claro.           

            Yo nací para lo que nací, para recoger aromas y miserias y sin entender mucho lo que hacéis y por qué lo hacéis y, sin poder cambiar nada.

            Pero, sufriendo y  llorando con lágrimas de seda vuestra pena os digo que habrá sin duda un ser supremo, algo que se eleve por encima de las nubes, que pueda ver con más perspectiva, que contemple al ser humano más diminuto de lo que yo he sido capaz y que sin duda alguna os juzgará, ya lo creo que os juzgará...

            Yo, al fin y al cabo,  soy solo eso…

            Un pañuelo.