domingo, 19 de mayo de 2013

ALICE

        Verano del 82. Yo era un chico como todos los de mi edad, lleno de energía y testosterona hasta las orejas… Necesitaba explotar esos 15 días de vacaciones a tope y con poco dinero llené mi mochila de ilusiones y arranqué hacia la aventura…

       
        Mi  idea era visitar a un hermano que tenía en Galicia y desde allí salir andando hacia el sur por la costa portuguesa, sin parar, sin detenerme en nada…Un poco a pié, un poco en autostop, un poco en autobús. Nada me pararía, nada me detendría…
         Sin ruta preestablecida, salí desde La Coruña y comencé a caminar, llevaba una pequeña tienda de campaña y paraba a dormir en cualquier camping o incluso en la orilla de la carretera…
         Cuando se es tan joven… ¡que importa!
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        Pronto crucé la provincia de Pontevedra y cerca de Vigo haciendo autostop, un trailer enorme con un gran remolque me paró y enseguida hice amistad con el camionero asturiano que me llevó a cambio de algo de conversación. Yo intenté ayudarle y en los lugares complicados, me bajaba de la cabina y le indicaba la maniobra. La entrada con aquel monstruo por las estrechas calles de Tui fue sencillamente alucinante.
        Me llevó nada menos que hasta Lisboa de un tirón. Mi amigo el camionero dejó el camión a descargar en el puerto e incluso se empeño en invitarme a cenar y me aconsejó un sitio donde pernoctar a buen precio. Un tío majísimo que se sentía muy orgulloso de su dura profesión, de su familia y de la empresa para la que llevaba trabajando muchos años. 
       
         Decidí quedarme al menos un día a conocer esa bella ciudad y destacar que en aquellos años Portugal era un país bastante pobre, recuerdo que una peseta cambiaba casi 3 escudos y los bares no tenían ni retretes…era increíble la diferencia en el nivel de vida siendo tan parecidos en todo.
        Pasé la noche en la pensión que me aconsejó mi amigo. La recepcionista que me atendió, a pesar de que el gallego y el portugués se parecen mucho, prefirió chapurrear conmigo algunas palabras en inglés, los dos sabíamos lo justito pero nos entendimos bien.
         Como la chica me gustaba y me cayó simpatiquísima le dije que por que no me enseñaba la ciudad un poco, pero ella se rió y se limitó a darme la llave de la habitación… Aunque no me contestó nada, noté en su sonrisa y en su mirada que la cosa no quedaría ahí…
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        La habitación era el antro más cutre que os podáis imaginar… Incluso me intentaron robar entrando por la ventana pues, estaba en un piso muy bajo, era una noche muy calurosa y la había dejado abierta de par en par…
        ¡Vaya susto!. Aunque estaba agotado, no dormí nada bien y a la mañana siguiente, al despertarme, me encontré  una nota debajo de la puerta que decía con letra marcadamente femenina...

Por favor, não vá. Eu realmente gosto de você. Espere.
Alice

        Enseguida comprendí, que era de la chica con la que había hablado en la recepción…Pregunté por ella a una señora un tanto gruesa y mandona que estaba por la mañana y me dijo que no llegaría hasta las 13h.

        Salí a desayunar bien fuerte y al volver a recoger mis cosas, ella estaba esperándome…
        Mientras me miraba con una amplia sonrisa en la boca, me di cuenta de que era una chica hermosísima...

        Alice era brasileña de nacimiento. Delgada no muy alta, su culito respingón era perfecto y sus piernas, apenas tapadas con una corta minifalda y con diecinueve añitos...que queréis que os diga… ¡inmaculadas! y no digamos el resto…
       Su larqa melena morena terminaba en unos caprichosos rizos que tapaban unos hombros no muy anchos, delicadamente redondeados y separados por una preciosa espalda plana y derecha como un junco. Sus sensuales labios eran carnosos y ligeramente abultados. Las cejas largas, poco pobladas y perfectamente arregladas coronaban sus increíbles ojos negros de puro azabache, que se clavaron en los míos como agujas en un fetiche y que sin duda, me habían embrujado de la misma manera.

       Desde luego no estaba en mis planes detener mi aventura pero, dios mío, ¡que tetas! eran una pasada…grandes, erguidas y respingonas…me imaginaba chupando sus pezones durante horas como un pequeño bebé…
 
        Me contó que trabajaría hasta las 9 pero que ese mismo día se pillaba las vacaciones, que quería enseñarme la ciudad pero tendría que esperarla…
               
        Me guardó mis cosas y me dijo que no me preocupara, salí paseando sin alejarme mucho de la zona para no perderme. Comí en la terraza de un bar y estuve haciendo el tiempo mientras conocía un poco aquello...
       No podía dejar de pensar en ella ni un instante. No sabía lo que ocurriría pero, como mucho me pasaría otra noche en la misma pensión.

        A las nueve en punto estaba esperándome en la puerta de la pensión y al acercarme a ella, siempre sonriendo, se me echó a los brazos, me besó en los labios y gritó...

      -¡FERIAS! (vacaciones).

        Evidentemente, habían empezado sus vacaciones… ¡y las mías!.
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        Aquel beso me dejó paralizado, pero sin darme tiempo a nada echamos nuestras mochilas a la espalda y ella se agarró a mi cintura. Pude notar su calor, con tanta intensidad como su perfume a manzanas frescas…
        Le pregunté que a dónde íbamos con tanta prisa y me contestó que deberíamos apurar mucho, que me iba a llevar a un lugar precioso y teníamos que coger el último autobús hasta un transbordador.

        Al llegar al embarcadero,no dejó que le pagara su billete y mientras aquel barco cruzaba la ría no dejaba de buscar mi mirada y regalarme su sonrisa, de acariciarme y abrazarme, nos besamos varias veces y nunca se soltaba de mi mano…
       ¡Era sin duda la chica más excitante que había conocido!   
       Sus besos sabían a caramelo de fresa, sus dientes, muy sexys, mordían continuamente mi lengua y sus manos, de largos y finos dedos, muy juguetonas, siempre en mis glúteos, apoyándose en los bolsillos de mis vaqueros o acariciando el interior de mis piernas… ¡Qué mujer!

        Cuando por fin, llegamos a una ciudad turística llamada Setúbal, un lugar precioso rodeado de mar, nos dirigimos a un camping donde nos registramos y me presentó a su hermana y a sus amigas y amigos, que ya estaban esperándola. Me aceptaron en el grupo como uno más y me trataron de una forma muy especial y cariñosa...
        Me ayudó a montar la tienda de campaña, se metió dentro y allí, esa misma noche, empezamos a hacer el amor como locos, casi si saber nada el uno del otro pero atrapados por una atracción bestial…

        Apenas desayunábamos un café y algo de bollería, comíamos en un autoservicio y  cenábamos cualquier cosa. A veces nos acercábamos al centro a divertirnos pero normalmente nos pasábamos el día tomando el sol, relajados con el sonido de las olas, jugando y bañándonos en la playa…
Siempre nuestro café en una terracita y una siestita después de comer…
        A medida que pasaban los días, se ponía más morenita y apetecible. La verdad es que cada vez me gustaba más…
        Por la noche uno de los chicos tacaba muy bien la guitarra y alrededor de una hoguera, nos pasábamos abrazados mirando las estrellas, amparados por la luz de la luna hasta que nos marchábamos a nuestras tiendas a disfrutar el uno del otro, ya  rendidos de tanto sexo, nos quedábamos profundamente dormidos. Cualquier mirada, cualquier gesto nos inducía a acoplarnos en un frenético apareamiento totalmente salvaje... entre las dunas, en el agua, en la tienda, en los servicios de chicas...Estábamos poseídos por un instinto casi sobrenatural...
        Nunca olvidaré la noche que quedándonos solos al calor de las brasas, hicimos el amor totalmente desnudos sobre la arena, sin importarnos nada de nada… Su dulce mirada de aquel momento quedará grabada en mi mente hasta el fin de mis días.
               
        Cuando nos despedimos, nos hicimos alguna foto con una polaroid que ella llevaba, me acompañó hasta Lisboa donde no dejó de llorar hasta que salió mi autobús. Ambos nos dimos cuenta de que nos habíamos enamorado completamente el uno del otro.
        Crucé la frontera por Badajoz y un tren hasta Madrid donde yo trabajaba. Aquel regreso en tren, lento y lleno de recuerdos, fue muy triste pero hermoso pues recreaba en mi memoria una y otra vez nuestros momentos más íntimos.

        La aventura no fue lo que esperaba, mis ansias de conocer mundo se limitaron a una playa y una pequeña tienda de campaña, pero nunca disfruté tanto en mi juventud como aquel verano inolvidable.

        A partir de aquel año me enviaba una carta cada mes de Julio y me contaba sus vivencias e ilusiones y las ganas que tenía de visitar España. Yo le dije la verdad, que ya estaba con otra chica y que jamás la olvidaría. Fue entonces cuando cambió sus cartas de verano por respetuosas felicitaciones navideñas a las cuales yo a veces me adelantaba.

        Yo me casé a los 26 años y ella se casó un año después. La vida para mi fue muy complicada durante algún tiempo y la tuve olvidada pero siempre me llegaba esa felicitación de navidad a casa de mis padres. Curiosamente nunca nos buscamos por internet el uno al otro y es algo que no acabo de entender muy bien. Alice y yo nunca volvimos a vernos.
       
         Hace un mes llegó una carta de su hermana, una carta que yo no pude leer hasta hace dos días, donde me contaba que se había muerto de una lenta enfermedad, que nunca se había olvidado de mi y me enviaba la foto que me había hecho en la estación de Lisboa y que ella siempre conservó.
         Me sentí muy mal por que quizás hubiésemos sido muy felices juntos, pero desde luego, aunque el destino nos separó durante nuestras vidas, siempre nos hemos tenido el uno al otro en el corazón.
         Alice era una persona buena, generosa, alegre y que contagiaba felicidad a todo el que le rodeaba, estoy seguro de que ahora lo seguirá haciendo desde el cielo.

         Hasta siempre Alice, mi primer amor.

        





2 comentarios:

  1. Madre mia manu....q historia mas preciosa aunque con un triste final.es maravilloso tener un recuerdo asi en tu corazon.

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    1. Ella me ha enseñado que la felcidad no es eterna como en los cuentos, sino que tenemos que hacerla nosotros mismos en los momentos en que nos podemos dar cariño y no desperdiciar ni un sólo segundo de nuestra juventud.

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