domingo, 9 de febrero de 2014

COMPARTIR UN ALMA


            Allá donde las personas se miran pero no se ven, se oyen pero no se escuchan, se rozan pero no se sienten, donde la rutina oxida los corazones y los amantes se funden en obligado éxtasis sin deseo ni pasión. La ilusión no existe, la llama ya no prende ni el fuego inflama.
 
            Nos refugiamos en un “trabajo sin horarios” en un “chat sin rostro” y en una “sociedad virtual” que acaba robándonos la vida. Entonces, más allá de la razón, surge la chispa, nace la incesante búsqueda, la huída desesperada.           

            Se hace necesario encontrar un final a esa espiral de tristeza, hallar un ser afín que nos devuelva las ganas de vivir y urge la necesidad de frenar la caída libre hacia un abismo de desesperación.  

            La complicidad del destino pone a veces ante nosotros una balsa salvavidas y es que, en realidad, en el fondo de nuestros corazones, lo que realmente deseamos es agarrarnos fuertemente a ella para no perecer ahogados en el fondo del abismo. 

            Muchas veces, cuando esa balsa aparece visible en un cercano horizonte, simplemente la ignoramos porque la bruma de la tristeza es demasiado espesa y la niebla del abandono ha calcificado nuestras articulaciones. Porque tenemos miedo al miedo, porque nos hemos vuelto torpes, porque nuestras mentes siguen atoradas en el pasado. 

            Pero mientras tanto, la balsa se nos escapa arrastrada por la corriente ineludible del tiempo. 

 
            En medio de tanto desamor, existen personas afines que están separadas por el destino. Son seres que nacieron  para amarse y sin saberlo comparten su alma. 

            Estos seres no descansan, nunca cejan en su intento de unirse y jamás se dejan de buscar, pero, a veces, sus caminos no acaban de converger.

            Puede incluso que necesiten más de una vida para poder compartir su alma y para ello se dejan hundir en el abismo una y otra vez. 

            Quizá haya sido esta vida un fracaso en nuestro intento y no vimos la forma de asirnos a esa balsa, tal vez nos encontramos en ese cruce de caminos y el miedo nos hizo regresar al punto de partida. Tal vez sobraron palabras y faltaron hechos, a lo mejor el amor fue tan intenso que inflamó nuestros corazones de tal manera que ahora necesiten tiempo para curarse. 

            Sea como sea y aunque el tiempo corra imparable y nos golpee sin piedad, dos seres que se aman, han de compartir su alma y la búsqueda de un alma no tiene fin.