¿Quién de nosotros no ha tenido el inevitable impulso de pensar en dejarlo todo y marcharse con esa jovencita que tanto nos pone, disfrutar del sexo y olvidarse del estrés que nos machaca día a día nuestras vidas? ¿Qué mujer de mediana edad no ha mirado alguna vez con ojos lascivos al joven musculoso del supermercado o al chico trajeado del banco que le moja la braguita cada vez que lo ve?
Pero es que acaso… ¿nadie ha sentido la necesidad de escaparse muy, muy lejos para olvidarse durante unos días de la rutina…?
La vida se nos escapa en sueños. Pero muchos sueños que a veces nos parecen imposibles, los podemos cumplir sencillamente simplificándolos un poco…
Os puedo confesar chicas que eso que decís de que los hombres pensamos con dos cabezas, es cierto. Pero también lo es, que vosotras os gusta el sexo tanto o más y muchas veces, quizás debido a que fueron muchos años de falsa moral y represión sexual. Los que ya tenemos unos años, disfrutamos ahora mucho más que antes…
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Hace dos años, un buen amigo y compañero de trabajo, ese amigo con quien siempre tienes alguna conversación íntima, me contó que ya estaba cansado de la apatía de su mujer, que sus hijos no se lo agradecían, que iban a lo suyo y que no hacía más que trabajar, comer y dormir, nunca tenía un momento de intimidad, que se estaba quedando calvo con tantos problemas, que la vida se le escapaba y que ya estaba harto…
Me confesó que hacía ya tiempo que la chica que les fregaba el portal de la comunidad, una venezolana preciosa, veinte años menor que él, le saludaba siempre muy afectivamente, que poco a poco se fueron cogiendo confianza y cada vez se paraban más a hablar en la escalera. El caso es que se fueron encariñando el uno con el otro y un día, decidieron concertar una cita en privado, lejos de vecinos y oídos indiscretos.
La cita fue en una cafetería en un polígono industrial, alejados de la ciudad. Hablaron de todo un poco, de los hijos, de la familia de la vida en Venezuela, de la rutina diaria…y acabaron confiándose el una al otro. Ella le contaba que ya no le iban los chicos jóvenes y que sentía una atracción especial por los hombres maduros y él se sinceró con ella y le dijo que le gustaba mucho y necesitaba escaparse y empezar a vivir lo que le quedaba de juventud.
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Un día sin más pidió las vacaciones por adelantado y, un mes de marzo volvió a aparecer por el trabajo. Estaba cambiado, moreno y la verdad es que acostumbrado a verlo ojeroso y preocupado, parecía relajado, incluso más joven… no sé pero todos le notamos un optimismo que no tenía desde hace muchos años.
Tomamos un café a solas y me contó que había abandonado a su mujer, su casa y su familia. Que se había ido a vivir con la chica y que no sentía remordimientos… Su mujer trabajaba y sus hijos eran mayores y lo comprendieron, que lo dejaba todo a ellos y en cuanto le dieran el divorcio se marchaba, que había solicitado un traslado.
Me dijo lo feliz que era, que compartían todos sus sueños y aficiones, que se compenetraban muy bien los dos, que hacían el amor continuamente y disfrutaban mucho y que con poco se arreglaban. Me contaba sus planes, sus ilusiones y me decía que quizás esa relación no duraría siempre pero, que estaba haciendo realidad un sueño y los sueños no son eternos y duran lo que dura la felicidad.
Como siempre los compañeros le criticaron mucho y algunas compañeras que conocían a su mujer, le retiraron el saludo. Pero ¿por qué? me preguntaba yo… pero es que acaso ¿somos dueños de la felicidad de los demás? ¿A qué se debe tanta doble moral?
¿Cuántas personas son infelices el resto de sus vidas por no dar un paso adelante? ¿Por qué no vivir un sueño por poco que dure, antes de vivir inmerso en una continua pesadilla…?
Que sepáis que su exmujer no tardó ni dos meses en volver a emparejarse y no lo hizo con un venezolano ni con un macizorro más joven que ella, ni tan siquiera con un compañero de trabajo, que es lo que suele pasar. Se juntó con su mejor amiga, la eterna solterona con quien tomaba café a diario…
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