Allá donde las personas se miran pero no se ven, se oyen
pero no se escuchan, se rozan pero no se sienten, donde la rutina oxida los
corazones y los amantes se funden en obligado éxtasis sin deseo ni pasión. La ilusión no existe, la llama ya no prende
ni el fuego inflama.
Nos
refugiamos en un “trabajo sin horarios” en un “chat sin rostro” y en una “sociedad
virtual” que acaba robándonos la vida. Entonces, más allá de la razón, surge la
chispa, nace la incesante búsqueda, la huída desesperada.
Se hace necesario
encontrar un final a esa espiral de tristeza, hallar un ser afín que nos
devuelva las ganas de vivir y urge la necesidad de frenar la caída libre hacia un
abismo de desesperación.
La
complicidad del destino pone a veces ante nosotros una balsa salvavidas y es
que, en realidad, en el fondo de nuestros corazones, lo que realmente deseamos
es agarrarnos fuertemente a ella para no perecer ahogados en el fondo del
abismo.
Muchas
veces, cuando esa balsa aparece visible en un cercano horizonte, simplemente la
ignoramos porque la bruma de la tristeza es demasiado espesa y la niebla del
abandono ha calcificado nuestras articulaciones. Porque tenemos miedo al miedo,
porque nos hemos vuelto torpes, porque nuestras mentes siguen atoradas en el
pasado.
Pero mientras
tanto, la balsa se nos escapa arrastrada por la corriente ineludible del
tiempo.
En medio de
tanto desamor, existen personas afines que están separadas por el destino. Son
seres que nacieron para amarse y sin saberlo
comparten su alma.
Estos seres
no descansan, nunca cejan en su intento de unirse y jamás se dejan de buscar,
pero, a veces, sus caminos no acaban de converger.
Puede
incluso que necesiten más de una vida para poder compartir su alma y para ello
se dejan hundir en el abismo una y otra vez.
Quizá haya
sido esta vida un fracaso en nuestro intento y no vimos la forma de asirnos a
esa balsa, tal vez nos encontramos en ese cruce de caminos y el miedo nos hizo
regresar al punto de partida. Tal vez sobraron palabras y faltaron hechos, a lo
mejor el amor fue tan intenso que inflamó nuestros corazones de tal manera que
ahora necesiten tiempo para curarse.
Sea como
sea y aunque el tiempo corra imparable y nos golpee sin piedad, dos seres que
se aman, han de compartir su alma y la búsqueda de un alma no tiene fin.